Cartografías



A mediados de los 2000 Ana Seggiaro realiza sus primeros trabajos de collage a pequeña escala en papel. Partiendo de hojas de libros, mapas y partituras, lleva a cabo las primeras series intervenidas a través del bordado y la pintura. En estos trabajos encuentra el universo de la cartografía, utilizando mapas como soportes para la construcción de geografías imaginarias. Esta búsqueda la lleva a abordar obras de mayor tamaño. Así, recupera antiguos mapas de colegio desgastados por el uso, en donde el caucho negro adquiere una textura quebrada, generando una topografía como la de piel reseca por el sol. Interviene estos mapas con figuras abstractas e imágenes de aviones de papel que sobrevuelan paisajes desconocidos.


 








Sobre los mapas, el tejido traza nuevas líneas imaginarias que componen, como paralelos y meridianos, las dimensiones de tierras alternativas. En esos mapas desgastados por las incontables manos de niños y profesores, se crean nuevos paisajes paralelos, territorios omitidos y superpuestos. Tal vez sean movimientos demográficos, tal vez sean conexiones entre aquellos lugares o tal vez la bitácora de algún viajero.

El bordado le permite a Seggiaro entrelazar diferentes dimensiones infográficas al superponer, por ejemplo, un fragmento cartográfico de las provincias argentinas de Rosario y Buenos Aires con una síntesis del sistema digestivo. Esa operación supone a la vez, reconocer el carácter simbólico de lo representado y comprender la abstracción del cuerpo y el territorio cómo estructuras equivalentes.








Libros



El ambicioso ejercicio de trabajar con técnicas como el bordado en gran formato no hace más que exacerbar la perfección del detalle a través del cambio de escala. Lo que fue alguna vez la página de un libro, se transforma para acercar al observador la dimensión de lo minúsculo. Despierta así la curiosidad y evoca sentimientos primordiales que oscilan entre la angustia existencial, el paso del tiempo, la vida, la muerte, la intimidad y el erotismo.




Durero


La formación de Ana Seggiaro como grabadora despierta su fascinación por las obras de Durero y Piranesi. Esto la lleva tanto a recuperar el lenguaje mismo del grabado a través de otros medios, como a apropiarse y dialogar con las obras de estos artistas. Esta conversación sin embargo no parte desde un lugar solemne, impoluto o intocable, sino desde el reconocimiento de sus virtudes, permitiéndole en consecuencia operar, reconstruir, eliminar y retocar fragmentos para componer su propio trabajo. Al partir de obras preexistentes, Seggiaro construye una suerte de mimetismo de las piezas originales en un ejercicio de reconstrucción visual que utiliza como estructura de su producción. Pero las obras son eso, estados alterados por su mirada que asemejan sin repetir la pieza original.



Música


Seggiaro se inscribe en el campo de lo textil de forma no convencional, desde una aproximación no técnica sino expresiva. A cambio, obtiene de la aguja una libertad de acción que le permite atar, anudar, dejar puntadas a medio coser y generar volumetría a través del hilo. Se vale así de usos no tradicionales del bordado que responden a un pensamiento más plástico que textil.






Anatomías


La fascinación de Seggiaro por el cuerpo humano, por el movimiento de los músculos, la estructura ósea y el sistema circulatorio convive perfectamente con las arterias de lino rojo, con los derrames de seda y los vapores textiles que Seggiaro le infunde a estos cuerpos abiertos.

En sus series, el hilo juega múltiples roles y adquiere diferentes significados. Sobre sus personajes, en ocasiones el bordado asemeja a una costura quirúrgica o pasa a convertirse en el sistema circulatorio de un cuerpo diseccionado, una intervención fantástica capaz de revivir a los cuerpos exhumados del anatomista neerlandés Bernhard Sigfried Albinus.